domingo, 27 de noviembre de 2011

LE LLAMABAN MON, MON VASCO


Desapercibidas quedan muchas historias que guardan recelosas las ciudades. Cerca de la torre se eleva, cual bloque de cemento impoluto, la memoria de un escultor. Nuestro confidente Gregorio Rocamonde nos avisa que a través de sus oquedades se vislumbra la figura bella de nuestro patrimonio de la Humanidad. Solo tienes que saber colocarte y verás como si contemplaras un cuadro, la eterna figura de nuestro amado faro ¿Os atrevéis a descubrirlo?


Mon Vasco aparece inmerso en cada molécula de cemento de esta obra. Cerca del mar, ya que perteneció a nuestro querido Grupo Atlántica, la colosal escultura tiene el placer de contemplar todos los atardeceres que allí se dan lugar, atardeceres que hacen de esta ciudad el sueño bello de una noche infinita. Una liviana placa da nombre a esta escultura para que no se olvide el sentido que el arte inspira a las generaciones futuras que son la mejor expresión de nuestra memoria colectiva. Además, la escultura de Mon Vasco tiene el dudoso placer de pasar totalmente desapercibida porque muy pocas personas saben qué es o de quién es esta escultura en cuestión, escultura que si te acercas a ella y observas a través de sus espacios, verás al fondo el mar y la Torre guiñándote un ojo. De noche te embriagará y empezarás a entender cuántos espacios secretos esconderá esta ciudad. Este, para nosotros, es uno de ellos que contigo compartimos muy gustosamente.

1 comentario: