ALLÉN DE LOS MARES


BATANES DE MOSQUETÍN


Todo lugar esconde un secreto. Un secreto es aquello que se escabulle de la realidad, que transita de manera autónoma entre lo que sabemos y creemos saber. Saber, como sabrán a estas alturas, es una quimera. Por lo que un secreto se convierte, de tal modo, en algo tan irreal como la vida misma, sobre todo cuando ésta tiende a olvidar.

Allá en el rio Grande, parroquia de Salto (Vimianzo) hay un lugar que guarda celosamente un secreto. Si prestas atención, el agua se engalana en los batanes de Mosquetín. Nos quiere transmitir que allí, hasta el 1966, sus moléculas movían mazos y ejes para moler el trigo y enfurtir el lino, la manera que se tenía de antiguo para que en las casas hubiera tanto harina como mantas para sobrevivir a los inviernos y a la vida misma. Tiempos antiguos. Otros tiempos. Ahora y gracias a la Xunta, podemos visitar este complejo que tuvieron a bien restaurar. Veremos tres molinos y dos batanes. Muiñeiros y bataneiros convivían aquí para cobrar uno la maquía y el otro quedarse con una vara de la manta a enfurtir. Al parecer gente de lugares lejanos aprovechando la feria de Baio cada tercer domingo de mes, dejaban encargada la tarea. Otros pasarían a recoger harina y mantas. Y así durante años.

Todo esto y de manera magistral es explicado por un guía que no nos quiso revelar su nombre. Prefiere el anonimato como las paredes de estos batanes y molinos. Nos dice que ahora reina el silencio por aquí. Pero que antaño, este entramado de maderas, hierro y piedras, producían un rebullir de notas líquidas, un tanto ensordecedor pero en consonancia con este bello entorno. Agua en movimiento. Otros tiempos. Secretos.








MONTEFURADO, ESE LUGAR

Realizando nuestras pesquisas sobre el caso más “atribulado” que se recuerda en el mundo de los robos, las pistas, en un principio, nos habían llevado más allá de Ourense donde la tierra se convertía en oro en aquellos lejanos siglos de las centurias romanas. Pensábamos que el Códice Calixtino tenía que ver más con la historia y su grandeza pero descubrimos, una vez más, que la realidad, a veces, no supera a la ficción.


Así que nos pareció que este lugar olvidado del mundo, era mucho más interesante que un simple electricista y sus sueños de grandeza. Sin embargo, algo comparten este lugar desolado con el hurtador citado de códices. El abandono. Así como la gente empieza ya a olvidarse de semejante bribón aprendiz de ladrón, el tiempo está acabando con miles de lugares de nuestra geografía gallega que un día fueron el alma de sus habitantes. Uno de ellos es Montefurado, el monte donde el oro dio vida al lugar.


Fue una construcción gigantesca. En el siglo II d.C. los romanos entendieron que horadando la montaña con el método de “ruina montium”, el oro sería suyo. Y lo fue. Cerca del monte horadado se encuentra alguna médula que ha sobrevivido al paso del tiempo corroborando lo dicho. Pero los romanos desaparecieron con el tiempo y, aunque Montefurado se mantuvo en pie como núcleo poblacional hasta bien entrado el siglo XX, es ahora reflejo del abandono y la desidia para tristeza de sus pocos habitantes. Los lugareños nos hablaron de ultramarinos, bares, pensiones que existieron allí donde ahora sólo vemos polvo y destrucción.


Pero bello es el Sil que nos llama desde abajo. Parece decirnos que la vida tiene estas cosas. Allí donde los antiguos un día abatieron montañas para enriquecer su mundo, ahora es el peregrinar de los viajeros aventureros por descubrir el misterio de lo insondable que siempre las rocas están dispuestas a transmitir. Pero una campanada nos recuerda que debemos de volver. Encontraron el Códice. Pena. Hubiéramos buscado aquí sus lomos vetustos hasta el final de los días.









 
PINCELADAS DE OPORTO

Cuando llegamos a la estación quedamos con la boca abierta. San Bento transmite serenidad, amplitud de miras tapizada con vida en sus paredes. Pequeña, como lo es aquello que tiene importancia, nos dejamos invadir por su quietud y decidimos que seguir la huella del fantasma que nos llevó hasta aquí podía esperar.


Decidimos preguntarle a la chica de los cascos si había oído algo sobre el fantasma de Gerión, pero decidimos no hacerlo. Cuando alguien está absorto en sus pensamientos, lo mejor es no molestar.


Ya en la calle, una luz tenue nos fue guiando. Una señora nos dijo que deambuláramos cerca de la Catedral que allí, el fantasma parecía haberse avistado. Entre los adoquines y calles angostas, la belleza hizo su aparición a cada paso pero ni rastro del fantasma.

“Creo que dormita en la torre de los Clérigos. ¿La ven allá al fondo?” Y sin perder más tiempo, hacia allí nos fuimos. Debemos de decir que cierto es todo lo dicho sobre la visión que se tiene de Oporto desde su altura. Magnífica. No dejen de hacerlo, sino sus ojos habrán perdido la oportunidad de dar sentido a su cometido. Pero del fantasma, ni rastro.


Decidimos, por lo tanto, buscar información en una biblioteca que sólo la biblioteca de Shakespeare de París puede hacerle sombra. Librería Lello e irmao. Dicen que Harry Potter anduvo por aquí. Pero después de mucho buscar y rebuscar, nada.

Sin embargo, cuando crees que ya no hay alternativa, un niño en la entrada de la misma librería, dijo que había visto un fantasma. Y para dar veracidad a sus palabras escenificó mediante un rápido movimiento de cabeza la velocidad con la que se desplazaba el espectro. Dejándonos guiar por la emoción, aparecimos en la espaciosa Plaza de la Libertad y, ante el advenimiento del ocaso, decidimos sentarnos en un banco y contemplar la maravilla del crepúsculo.



“Otra vez será. Parece como si se lo tragara el río.” Eso nos hizo pensar que, quizá anduviese por sus orillas para cenar gustosamente ante la oferta variada gastronómica de sus muelles. Pero nada. Después de recorrerlos y atravesar el Duero, no hallamos ni rastro de nuestro querido fantasma.

Eso sí. Volveríamos a Oporto sin dudarlo ni un momento. El que tenga el placer de recorrer sus calles, que lo haga por favor. Y si de paso creen haber visto el fantasma, que contacten con nosotros. Sería una gran ayuda de su parte porque la vida compartida es mucho más. Hasta la próxima fantasma.