Es curioso pensar que la ciudad de A
Coruña guarda, a simple vista de pájaro, la conjunción casi mística de la
libertad junto a la represión más aberrante que el ser humano ha podido inventar.
Donde hoy es reconocida mundialmente la Torre de Hércules como símbolo de la
humanidad, habita, a escasos metros, un vetusto complejo arquitectónico en
ruinas y a punto de desplomarse. Una construcción que data de 1927 fundamentado
en la ideología del buen pensar de Concepción Arenal, una cárcel pública que
respondía a las exigencias de la ciencia y de la ley como gustaba decirse en la
época y sustituyera al “lóbrego e inhumano» edificio del Parrote.