Más de un año hace ya que nos abandonóIsaac Díaz Pardo. Sin embargo, su labor al frente del pensamiento activista
hace que nos detengamos en esta ciudad en un punto concreto de su geografía
para nunca olvidarlo. El viajero debe, con calma, dirigirse hasta la punta
Hermida y hallar en su comienzo un bello monumento funerario. Porque, como ya
dijimos aquí, un lugar existió para la tristeza y la oscuridad en estos parajes cercanos al mar. Y para recordar aquellos días grises, un Cromlech se erigió por todos aquellos que
la noche se los llevó. Como al padre de Isaac, como también a muchos otros
olvidados por la siempre frágil memoria.
Pero para que eso no ocurriese, en elCampo de la Rata, Isaac Díaz Pardo vio
inaugurado el 14 de Abril del 2001 su idea de restaurar la memoria de aquellos
que murieron en la oscuridad. Un Cromlech con bloques graníticos cambadenses,
fue la idea tallando en sus piedras un poema de Lorca a manos del afamado
Escudero. El sitio no puede ser más adecuado. Ante la solemnidad de las olas,
el monumento cohabita con los menhires de Manolo Paz, lugar que nos transporta
hasta los tiempos antiguos e inmemoriales cuando los seres humanos empezaban a
entender que vivir en paz resultaría complicado.
La punta Hermida es lugar para ser
visitado. Además, el viajero encontrará al final de la misma otro cementerio de
índole bien distinta. A continuación de los monumentos funerarios megalíticos
anteriormente citados, se erige un cementerio moro por aquellos que murieron a
la batuta del usurpador de sueño. Moros engañados a cambio de la vida eterna.
Mas los seres humanos mueren de igual modo independientemente del color de las
ideas y de la piel. Y este sencillo
cementerio honorifica la lucha y la entrega de aquellos que aquí murieron por
ideas muy lejanas a su mundo. Sin embargo, el abandono hace presa de sus
paredes y nosotros, como ciudadanos antes que detectives, denunciamos tal
hecho. Pero animamos al viajero a que descubra las escrituras pinceladas en su
interior que dormitan calladas con el aroma de un jardín que parece sacado de
las Mil y una noches.
Es pues esta punta lugar de rezo
interior. Paseados, moros y ancestros comparten ahora lo que antaño les
resultaba inverosímil entender: un mundo posible hecho realidad. Lástima que
sea la muerte la que concilie lo que no fuimos capaces de dar hacer en vida:
convivir. Parece que la historia, lamentablemente, tiende a repetirse en estos
días.
Nos vemos con las cámaras.
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