domingo, 24 de marzo de 2013

CAMPO DA RATA (Parque escultórico II)



Más de un año hace ya que nos abandonóIsaac Díaz Pardo. Sin embargo, su labor al frente del pensamiento activista hace que nos detengamos en esta ciudad en un punto concreto de su geografía para nunca olvidarlo. El viajero debe, con calma, dirigirse hasta la punta Hermida y hallar en su comienzo un bello monumento funerario. Porque, como ya dijimos aquí, un lugar existió para la tristeza y la oscuridad en estos parajes cercanos al mar. Y para recordar aquellos días grises,  un Cromlech se erigió por todos aquellos que la noche se los llevó. Como al padre de Isaac, como también a muchos otros olvidados por la siempre frágil memoria.


Pero para que eso no ocurriese, en elCampo de la Rata,  Isaac Díaz Pardo vio inaugurado el 14 de Abril del 2001 su idea de restaurar la memoria de aquellos que murieron en la oscuridad. Un Cromlech con bloques graníticos cambadenses, fue la idea tallando en sus piedras un poema de Lorca a manos del afamado Escudero. El sitio no puede ser más adecuado. Ante la solemnidad de las olas, el monumento cohabita con los menhires de Manolo Paz, lugar que nos transporta hasta los tiempos antiguos e inmemoriales cuando los seres humanos empezaban a entender que vivir en paz resultaría complicado.


La punta Hermida es lugar para ser visitado. Además, el viajero encontrará al final de la misma otro cementerio de índole bien distinta. A continuación de los monumentos funerarios megalíticos anteriormente citados, se erige un cementerio moro por aquellos que murieron a la batuta del usurpador de sueño. Moros engañados a cambio de la vida eterna. Mas los seres humanos mueren de igual modo independientemente del color de las ideas y de la piel.  Y este sencillo cementerio honorifica la lucha y la entrega de aquellos que aquí murieron por ideas muy lejanas a su mundo. Sin embargo, el abandono hace presa de sus paredes y nosotros, como ciudadanos antes que detectives, denunciamos tal hecho. Pero animamos al viajero a que descubra las escrituras pinceladas en su interior que dormitan calladas con el aroma de un jardín que parece sacado de las Mil y una noches.


Es pues esta punta lugar de rezo interior. Paseados, moros y ancestros comparten ahora lo que antaño les resultaba inverosímil entender: un mundo posible hecho realidad. Lástima que sea la muerte la que concilie lo que no fuimos capaces de dar hacer en vida: convivir. Parece que la historia, lamentablemente, tiende a repetirse en estos días.
Nos vemos con las cámaras.

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