Decían que el mundo se iba a acabar.
Decían que después de una determinada fecha todo lo conocido empezaría a
evanecerse en el espacio. Como una tarta de chocolate a las puertas de un
colegio coruñés. Pero el día temido llegó y no pasó absolutamente nada para
asombro de los más beatos de prístinas fábulas. Lo único que parece que está
desapareciendo es nuestra condición de ser humano social con sus derechos
adquiridos. Porque aún acabándose el mundo, nadie regala nada en Navidad.