domingo, 5 de febrero de 2012

VENTANA AL MAR

La seguimos lo más discretamente que pudimos. La labor de los detectives se centra, la mayor de las veces, en querer ver sin ser vistos pero hemos de reconocer que ella, la Nereida más bella de toda la ciudad de A Coruña, sabía de nuestros pasos perseguidores. Dejó que nos acercáramos lo suficiente y a punto de tocarla, se sumergió en el proceloso mar para perderse en el infinito del Atlántico.

Pilar Pérez Subías inmortalizó un pedacito de leyenda en el final del paseo marítimo. Cerca del Portiño, desde donde contemplarás la inmensidad del mar, se erige una de las cincuentas nereidas que salvaguardan nuestro litoral si bien la muerte siempre respira acechante en cada uno de sus acantilados. 

Por eso existe allí, donde la Nereida nos protege, una ventana para poder divisar cada una de las olas y secretos que el agua bramante trae en cada embestida. Una ventana para ver el mundo del agua de dónde venimos y comprenderlo, quizá, un poquito mejor. Una ventana que Francisco Pazos construyó para que nuestra Nereida pudiera sumergirse y acudir allí dónde se la necesitara. Una necesidad, digámoslo también, que no siempre puede satisfacer.

Cuando nos acercamos sigilosos a ella, en mitad de la noche, el espacio se transfiguró en blanco y negro. Nuestra cámara no fue capaz de retratarla porque según dicen los lugareños, la Nereida nació para estar en el mar y no al final del paseo donde pocos extranjeros llegan por desconocimiento y fatiga. La luz amagó con desaparecer. Creo que esbozó una sonrisa al tirarse al mar emitiendo el agua un sonido, creemos que de felicidad, por acoger de nuevo el océano lo que le corresponde.

En otra ocasión Nereida. En otra ocasión.

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