domingo, 25 de diciembre de 2011

MÁS DE UN SIGLO YA

Cerca del Obelisco hemos quedado con un ilustre investigador. Nos ha citado para dar constancia de un hecho que ya muchos coruñeses conocen pero que el forastero, siempre ávido de velocidad inquieta, no se percata de ello por desconocerlo quizá. Por estas fechas, el periódico de más tirada de Galicia, realiza una retrospectiva de hechos que han marcado el devenir tanto de Galicia como del mundo en general. Impresas sobre unos expositores gigantes, fotografías y diversas crónicas nos retrotraen a un mundo que fue, al un ayer antiguo y cercano, como la vida misma.  Al lado del inmenso árbol de Navidad vemos a nuestro colaborador Alberto Vilanova que, un tanto nostálgico, nos cuenta quién fue el fundador del periódico más importante de Galicia de todos los tiempos.

            “Juan Fernández Latorre (militar renegado, político y periodista) es reconocido en esta ciudad. Descubrirás un busto en los Jardines de Méndez Núñez además de otorgarle nombre a una de las calles que existen por la zona del parque de la Palloza. Republicano hasta la médula es condenado a muerte por su exaltación, pena que elude marchándose al extranjero. De vuelta, logra fundar en Galicia un periódico para poder darle voz a sus gentes. De ahí el nombre que ha llegado intacto como un milagro hasta nuestros días: La Voz de Galicia (1882).

            En sus páginas han colaborado lo mejor de las plumas pensantes de antaño y las mejores de nuestros días también. Si la Voz no hubiese existido habría que inventarla.” Así de contundente se mostraba nuestro bien querido amigo Alberto. A la memoria se nos vino una crónica de Carlos Casares que dejamos aquí para que el lector de fe de esta curiosa coincidencia. Pero antes de irse engalanado como un dandi de época y sombrero detectivesco, mira hacia los lados como si alguien le estuviese observando entre la multitud. “Os diré una última cosa. Primero fue republicano y casi muere por ello. Después fue defensor de la monarquía. Lo curioso es que todo, todo el mundo lo quería. ¿Conocéis gente así?”. Y mientras recapacitábamos absorto ante tal dilema, Alberto se esfumo entre el gentío de la calle Real, el sendero por donde los monarcas accedían, mucho tiempo atrás, a la ciudad vieja de A Coruña.

                                           

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