El día amaneció con una llamada de teléfono. La voz sonaba certera: “Que nadie se vaya de A Coruña sin ver su parque escultórico.” Antes de colgar, un largo silencio. A continuación, un suspiro triste para añadir finalmente: “¿Cómo es posible que no hayáis mencionado antes este parque?”. Eso nos decimos nosotros, ¿cómo ha sido posible?